“Quien se guiase por la lógica podría inferir de una gota de agua la posibilidad de la existencia de un océano Atlántico o de un Niágara sin necesidad de haberlos visto u oído hablar de ellos”
Arthur Conan Doyle
– A usted que le gusta llenar crucigramas, anótese que in vestigium en latín significa ir en pos de una huella, he aquí la etimología de la palabra investigación.
– Me hace pensar que los investigadores andamos vestidos con abrigos negros y una lupa por delante…
– El color del abrigo es a gusto de cada quién, pero la lupa, sí, es una herramienta clave.
-¡Una lupa!, me estará haciendo una broma, dudo que sea necesaria…
– Más que necesaria, clave le digo. Sobre todo, si usted tiene en cuenta que anda detrás de una pista, de indicios, de señales; o si recuerda que “sólo quienes ven pueden darse cuenta de que falta algo”.
– A ver, Holmes, debo recordarle que he dejado de lado mis vicios detectivescos. Sepa que la búsqueda del crimen perfecto y los casos oscuros donde el asesino resulta ser la mascota del vecino, me han agotado. ¿Acaso no le dije que me quiero dedicar a la investigación en las ciencias sociales?
– Valoro su cambio de oficios, mi querido Watson, pero ¿qué le hace pensar que la investigación social se aleja de nuestros métodos para obtener respuestas? Repítase que método no es otra cosa que el proceso o camino sistemático para realizar una tarea o cualquier trabajo con el fin de alcanzar un objetivo determinado. Como decía mi amigo el negro Ibáñez, un fanático en estas peripecias, “método es la puesta en forma de la práctica en investigación social”. ¡Qué palabras acertadas las del negro!… Pero bueno, como verá, método es nuestra vocación. Permítame exponerle algunos casos, acorde a éstos lograremos identificar un método pertinente para los afanes que hoy nos conciernen.
…Un investigador en sociología pretende determinar la influencia cultural de las comunicaciones de masas en la sociedad. Un psicoterapeuta quiere develar los progresos de sus pacientes a partir de sus balbuceos, sus repeticiones, sus silencios. Un historiador busca, en cartas familiares, la razón por la que la gente se dejó matar durante la Primera Guerra Mundial. Un estudiante de literatura intenta trazar la estructura temática de Baudelaire mediante la exploración de Las Flores del Mal. Y un político derrotado intenta desmotar la mecánica propagandística de su rival para sacar provecho para el futuro (…)
A ver, guapo, ¿cuál es el común denominador entre estos casos?
-Que todos coinciden en la intención de analizar mensajes…
-Bien dicho, si consideramos que un mensaje es el conjunto de signos y señales que hacen a la comunicación, pero si usted hila fino se dará cuenta de que estamos hablando de los contenidos: de todo lo que puede contener un mensaje. Acto reflejo, dirá ¿qué tipo de mensajes?, pues textos, cartas, pinturas, diarios, revistas, edictos, películas, cartas de amor; todos estos materiales se caracterizan por “su capacidad para albergar un contenido que leído e interpretado adecuadamente nos abre las puertas al conocimiento de diversos aspectos y fenómenos de la vida social”.
Así pues, distinguido colega, conforme a nuestras actuales metas investigativas, tendremos que sumergirnos de lleno a comprender un nuevo método para las próximas pesquisas: el análisis de contenido. Asúmalo como un reto y decida usted.
-Por mí, encantado y hasta halagado con la invitación. Mañana en este mismo café, me reconocerá por el cuaderno en mi mano y una lupa en el ojal.
Una empresa de desocultación: definiciones
– Buenos días, Watson. Veo que se ha adelantado a la cita.
– ¡Holmes! Usted también. No lo esperaba tan temprano.
– Y bueno, la mañana estaba tan clara que decidí pasear un poco. A ver, Watson, ¿qué anda disimulando? No trate de ocultar la copa, mi querido amigo, estimo que el licor madrugador tiene fines terapéuticos y no recreativos.
– ¡Por supuesto!, ¿qué se pensó? Este brebaje matinal no sólo estimula la circulación, también relaja los músculos, apacigua la mente…. ¿Gusta?
– Depende, ¿debe usted hacerme una prescripción o puedo pedírsela al mesero?
– Sólo dígale que repita mi dosis, pero doble, y yo le daré el excedente.
– Pidámosela juntos, pero adentro. Nuestra reputación estaría tan expuesta como esta mesa al sol.
– ¡Ah! Deberemos ocultarnos, como en otras ocasiones, y esta vez ¿por qué?
– Guarde su “por qué” para más tarde, Watson, ahora sumérjase en el clima, que lo nuestro ahora es una empresa de desocultación.
-¡Desocultación!, vaya, todavía no ha bebido su poción y ya inventa palabras.
– Mire, que no figure en el diccionario no significa que no exista. A lo mejor es una palabra que cabalmente anda “oculta”.
– Si usted lo dice…. Bueno, pues, sentémonos y “desocultemos”. Qué va’ser, yo que pensé que este encuentro académico iba a concentrarse en el método…
– Y de eso se trata, mi académico amigo, pero ojo: no de cualquier método, sino del que se ajusta a nuestra personalidad; un método que “responde a la actitud de observador que el analista no osa confesarse y justifica su preocupación, honesta, de rigor científico”. Ponga atención, porque para analizar contenidos, la idea es no dejarse engañar por lo que se ve. En adelante iremos detrás de lo oculto, de lo no aparente, de lo potencialmente inédito, de lo no dicho en todo mensaje. Nuestra nueva misión implica la lectura entre líneas, esa segunda lectura más atenta que la normal; desde hoy, le vamos a decir no a lectura simple de lo real. Demás está decirle que nada resulta más engañoso que un hecho evidente.
-Voy entendiendo sus intenciones y, en efecto, la tarea se pone más divertida. Antes, precíseme un dato, cómo referiremos al análisis de contenido ¿como método o como diseño?… porque por lo que voy entendiendo no es un método común y silvestre. Le diría que lo percibo complejo…
-Le será complejo hasta que lo disfrute; menos mal, no es sencillo, pues de ser así sería aburrido. Pero vamos al tema, usted pregunta método o diseño. Muchos autores lo califican diseño; otros, conjunto de procedimientos o conjunto de instrumentos metodológicos. Las tres formas valen, es decir, cómo le digamos no afecta de gran manera al análisis de contenido propiamente dicho, lo importante es distinguir sus cualidades como técnica. Fíjese, a mí me gusta llamarlo abanico de útiles y lo valoro porque su perfil metodológico se caracteriza por una gran disparidad en sus formas y, a su vez, es adaptable a lo que a mí me interesa: el extenso campo de las comunicaciones”. Veo que no le convence mi explicación. Bueno, remitámonos a la definición clásica: “el análisis de contenido es una técnica para estudiar y analizar la comunicación objetiva, sistemática y cuantitativa”, así tal cual lo expuso Berelson en 1952. Si bien esta definición sentó una importante base, ya que tradujo las preocupaciones epistemológicas más recurrentes en los años 50, como para usted será obvio, con el paso del tiempo –y precisamente por las múltiples funciones de este método- esta concepción se vio muy limitada; fue así que pasaron apenas 20 años para que Krippendorf extendiera y nutriera el primer postulado, agregando que esta técnica de investigación era la más apropiada para “hacer inferencias válidas y confiables de datos con respecto a su contexto”.
– Mire qué interesante, pero me llama la atención lo reciente de estas definiciones. Cómo… antes de los 50’s ¿no existía el análisis de contenido? No me cierra. Dudo que antes a la gente no le haya interesado saber qué hay detrás de los mensajes.
– Duda bien, Watson, hay una historia detrás del método. Hasta acá sólo hemos dado cuenta de dos definiciones importantes; sin embargo, para hablar de análisis de contenido nada se resume. Ahora que estamos entre copas, cómo no recodar a Aristóteles diciendo…una definición es una frase que significa la esencia de una cosa.
– Bueno, pues, ¡salud por Aristóteles! Y vayamos por la esencia de este método…